Sexenios y confinamiento

Divendres, 16 de juliol de 2021
  • José Ramón García Portolés

Corría el año 1952; año sexenal, para mi querida ciudad, recibí desde Morella por correo un oficio del Ayuntamiento, donde su alcalde me comunicaba que yo era aquel año el decano de los estudiantes y por lo tanto me ofrecían el privilegio de presidir la apertura del sexenio XLII, me pedían que aceptara el encargo, ese honor.

Gran sorpresa causó esta comunicación, y después de meditarlo bien consulté con mis padres y tome la decisión de aceptar. Hice un viaje a Morella en el que di mi conformidad al Excelentísimo Alcalde, D. Juan Querol Amela.

Me informé con todo detalle de dicho acto; mi gran amigo Elías Antolí, me ayudo al máximo en los detalles debía montar a caballo, por el principal recorrido de la ciudad, partiendo de las torres de S. Miguel, llegando al ayuntamiento donde debía, después del alcalde, pronunciar un discurso de apertura de las fiestas y continuar la cabalgata, por el resto del recorrido.
Con prudencia, prepare con entusiasmo y esmero el discurso; procuré no extenderme mucho, por no aburrir al respetable, me lo aprendí de memoria, con sumo cuidado, me preparé los silencios y sus pausas, terminando con los habituales gritos de “Viva Morella – Viva la Virgen de Vallivana”.

Preparé el viaje, invité a un matrimonio amigo, Vicente Amat y SUSI y a TINO compañero de estudios que ya había termiNado la carrera y que estaba estudiando otra.

Yo tenía previsto contraer matrimonio, el año siguiente por esta causa embarqué a mis padres a pedir a la madre de mi prometida, solicitar el permiso para llevar con nosotros unos días a su hija, permiso que fue concedido.

Con la promesa de Vicente de llevar del cabestro a la caballería que por supuesto debía montar, el grupo subimos con gran ilusión a Morella.

Llegado el día, hice acto de presencia en la explanada de las puertas de San Miguel, junto a Ca Riteta me enseñaron la yegua que tenia que montar, precioso animal, adornado con una montura “comodísima” tipo masovera, yo había aprendido a montar estilo ejército con unos arneses reducidos con los que se podía conducir la montura principalmente con las rodillas, mi padre que con varios viejos amigos, estaba presente, viendo mi turbación y mi apuro, me dijo; déjame que la pruebe, salió de las torres camino de Sta. Lucia, dando un galope frenético al animal al regresar; desmontó y entregando las riendas a mi amigo Vicente dijo: “Ramón ya puedes montarla; no te hará ningún extraño”. Monté y con la mirada agradecí la veteranía de mi padre.

Arrancó la cabalgata y llegamos al Ayuntamiento con el acompañamiento de la Banda municipal de música detrás, desde el balcón pronunció un discurso el Sr. Alcalde, a continuación, bajaron en vertical la Señera bandera histórica de los Tercios, seguidamente, unido a su cordón bajaron el micrófono.

De momento se hizo el silencio en la multitud que nos rodeaba, fue el primer golpe emotivo.

Levanté la cabeza y en el balcón frente al Ayuntamiento y adornado maravillosamente por un magnifico trabajo de artesanía del ganchillo, vi a mis dos amores, dos Carmenes, mi madre y mi novia, tratando de contener su emoción. Emocionadas.

Empecé mi discurso con el micrófono en una mano y sujetando la Señera con la otra, la presión de mi pecho se intensificaba, me faltaban manos pero logré aparentar una seguridad en mi, que en realidad no tenía, tragué y aclaré mi garganta, y fueron discurriendo mis palabras, al terminar algún párrafo tenía que hacer una pausa pues los aplausos me impedían la continuación; la presión en mi pecho disminuía, de esta forma pude llegar con apuros al final, emocionadísimo y con un nudo en la garganta, llegué a pronunciar el “Viva Morella”, los asistentes que me rodeaban, estallaron en un explosivo y ensordecedor aplauso.

Yo creo que el segundo grito hacia la Virgen no se sí llegué a pronunciarlo, la Banda Municipal de Música de Morella sonó, irrumpiendo con su fuerte poder musical el “Morella, Morella, prepara tus galas…” mire al balcón descrito con anterioridad y vi a mi madre y a mi novia con un pañuelo delicado en sus ojos.
Desde aquel sexenio y ya han pasado once, no ha faltado mi asistencia a ninguno, espero a pesar de la maldita epidemia de COVID19 de sus confinamientos, de sus prohibiciones de movimiento, y miedos, pueda asistir al próximo, aunque por mi excesiva edad me tengan que subir en un capazo.

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