Paco Candel y la pobreza

Divendres, 22 de novembre de 2019

Un día invitaron a Paco Candel a un debate televisivo sobre la pobreza. Llevaron también a un pobre que mientras se ponía morado de tanto comer y se quedaba ciego de tanto beber, le contaba a Candel:
-Hay que tener psicología. A media mañana y en la puerta de un mercado pio limosna para un bocadillo pero por la noche, en la puerta de una sala de fiestas, pido limosna diciendo “Deme algo para un polvete, caballero” y las chicas que les acompañan les dicen “Anda y dale veinte duros al vejete para su polvete”.

Era la pobreza picara, distinta a la pobreza real que Candel compartió con sus vecinos del barrio del Port, que le decían “¿te acuerdas de cuando éramos pobres pero felices”?, y Candel le respondía que la pobreza es incompatible con la felicidad, o el vecino que confesaban tener miedo sobre lo que podía pasar cuando muriese Franco y Candel reía al decirle al vecino tuberculoso, sin trabajo y sin mujer porque le había dejado que lo mejor para él sería que llegase estallase una revolución. Entrañable y lúcido Candel, siempre perplejo cuando escuchaba que a un hombre que tiene hambre no hay que darle pescado sino enseñarle a pescar y él se preguntaba cómo voy a enseñar a pescar Pejolargo si no sé pescar y además Pejolargo ya no se guipa.

Multado por firmar documentos contra el franquismo. Censurado por el franquismo por describir la realidad de la pobreza. Recibido con sarcasmo en el Tribunal de Orden Público por el magistrado Mariscal de Gante. Estaba con él una mañana dándole a las farias, a unos vinos y al palique cuando se acercó una mujer con una botella de gaseosa y le pidió al Candel que escribiese una crónica explicando que habían robado el banco –y la mujer señalo al otro lado de la calle.
-Si no hay muertos no es noticia. Cada día roban bancos –le dijo Candel
–El banco que han robado unos sinvergüenzas para llevarlo a su torre es el banco en el que se sentaban los viejos del barrio a tomar el sol –explico la indignada mujer.
Fue senador con la democracia y murió (*) sin conseguir sus dos sueños: una justicia social que paliase la pobreza y vivir del difícil arte de no hacer nada.

(*) A su funeral en la parroquia del Port en la que siendo monaguillo había escuchado en la Nochebuena villancicos que decían que en el portal de Belén hacían guardia los ladrones por si viene quien me sé y choriza los turrones asistió mucha vieja gente del barrio, poca gente de la cultura y un solo político: Jordi Pujol. Se habían llevado ya el féretro cuando un hombre se desmayó. Lo tendieron en el suelo, le dieron aire y se recuperó. Tendido en el suelo seguía cuando Pujol le preguntó a que se dedicaba. “Busco caracoles y los vendo”, dijo el hombre. “¿Y se gana la vida con eso?”, le preguntó Pujol. “Me la he ganado así toda mi vida”, ratifico el hombre. Pujol se dirigió a los allí presentes. Debió de ser su último mitin: ·Esto es Cataluña: un país en que trabajando de cualquier cosa uno se puede ganar la vida”. Candel habría añadid que los caracoles del cementerio cercano eran los más sabrosos porque estaban bien alimentados.

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